La arquitectura de Mesopotamia hace referencia a las
características comunes de las construcciones desarrolladas en la cuenca de los
ríos Tigris y Éufrates desde el asentamiento de los primeros pobladores hacia
el VII milenio a. C. hasta la caída del último Estado mesopotámico, Babilonia.
Los mesopotámicos construían sin mortero, y cuando un
edificio ya no era seguro o no cumplía su tarea se derribaba y volvía a
construir en el mismo emplazamiento, o se rellenaba y se construía encima. A lo
largo de los milenios esta práctica dio lugar a que las ciudades mesopotámicas
se encontrasen elevadas en suaves colinas sobre el territorio que las
circundaba; a estos promontorios se les llama tells.
Utilizaron muy poco la piedra y la madera ya que sólo podían
obtenerse de los países limítrofes. El suelo es arcilloso, fangoso, y esto los
llevó a utilizar el barro como material constructivo. Primero lo emplearon en
bloques o adobes de barro con mezcla de paja y colocados humedecidos de modo
que secaba la pared entera. Luego, los secaron al sol, adobe por adobe.
Inventaron después los ladrillos de arcilla pura, colocados al horno; y,
posteriormente, para preservarlos mejor de la humedad, los sometieron al
procedimiento del esmaltado y vidriado.
Los ladrillos en los muros eran unidos con cal o asfalto, y
para la cubierta, sustituyeron el sistema adintelado egipcio por la bóveda
formada de arcos de medio punto contiguos.